28.12.20

mens sana

Ninguna mente racional procuraría lograr determinados resultados llevando adelante las acciones más diametralmente opuestas al supuesto cometido. Parece difícil terminar riendo cuando cada decisión se enmarca en una tragedia. Hay, no obstante, una maquinaria perversa íntimamente programada en la humanidad que parece ciega ante el absurdo y fomenta esta lógica, tumbando repetidamente los esfuerzos de sus miembros.

Hay también una alternativa análogamente contradictoria: buscar cambios a través de la inercia, dejar que todo encuentre su curso hasta resolver aquello que resulta incómodo, como si la nada hubiese sido alguna vez capaz de crear y el reposo no fuese más parecido a la muerte.

"Sísifo", Tiziano



21.12.20

Planetas

Hoy no puedo imaginar la tarea de desenmarañar una oración. Quizás tampoco pueda hacerlo mañana. Sólo podría espiar mi entorno para tratar de armar listas. Listas sin otro objeto que el de evitar que pronto deje de reconocer el mundo exterior y deba encontrarme solo con formas indiscernibles.

Empezaría por la hilera de hormigas que transportaban trozos de hojas y alguna que otra basura. Más allá, un taxi acercándose sin prisa hacia el hospital. Un bache, el mismo, todos los días. Gente corriendo de espaldas al sol, como escapando de él. El simulacro de un arma silenciosa que nos apunta y la que respondemos con una media sonrisa mientras esperamos tener la piel lo suficientemente fría. Una nueva hoja de papel pegada precariamente con cinta. Un arrugado billete de 100. Un ave que mira sin ver a través del vidrio, o que quizá admira el reflejo que repite sus gestos. Otro bache, uno nuevo. Un can durmiendo al abrigo del sol. La calzada recién barrida. La llave que siempre prometo eliminar del llavero, luego la correcta. El aroma del verano, una nueva vuelta al sol es confesada en el beso de feromonas que inunda sin pudor el aire y nos rodea.

El ruido de las cigarras despertando en una tarde calurosa. Un encuentro sopresivo con el propio reflejo parece despertarnos de un trance y luego, solo queda el ruido de las máquinas rodando y el aroma del polvo levantándose.

Otra vez las hormigas, pronóstico de vaya uno a saber qué.

Y entonces, llega la oscuridad. En la inmensidad del firmamento, los errantes se encuentran.

18.12.20

El truco de la inconsciencia

Dicen que perro viejo no aprende trucos nuevos. En algún lugar leí que a medida que envejecemos nuestro cerebro cambia físicamente, perdiendo plasticidad y haciendo cada vez más difícil el aprendizaje y nuestra capacidad de apreciar cosas nuevas.

Desconozco la veracidad de ambas afirmaciones, aunque a menudo pienso en ellas. Pienso en lo mucho que aún quisiera aprender y en todo aquello que posiblemente muera ignorando. Pienso en mi propia reticencia a las novedades, que a veces me sorprende. En ocasiones, me arrepiento de algo del conocimiento ocioso adquirido, como si en su momento hubiese tomado el lugar de un mejor saber.

Pero mientras corremos esta carrera contra el tiempo impiadoso, aún hay mucho por descubrir y deberemos correr también ese sentido. Y aún seguiré intentando enseñarle algo nuevo a mi perrito de ya mediana edad, recordando el milagro de aquel momento cuando, siendo cachorro, aprendió que si arrastraba su plato, alguien le ofrecería un bocado.


Foto: Yao, poniendo su mejor carita de "yo no fui", luego de hacer alguna macana

16.12.20

Pérdidas imaginarias



Aparentemente no habría nada esotérico detrás de aquella pesadilla en la que a uno, sin mayor razón, se le aflojan o caen los dientes. En lugar de indagar en signos ambiguos y mensajes del subconsciente, la razón más sencilla reza que quienes repiten estos escenarios sólo son gente que se preocupa mucho por su salud dental.

Me pregunto si está explicación será aplicable a otras separaciones traumáticas, como cuando soñé que me cortaban un brazo, al que observaba con más lástima que dolor. O a los sueños donde se pierde algo valioso de entre los dedos pese a nuestros mejores intentos de encerrarlo  en un puño. 

Pero sin duda el top de la angustia onírica no corresponde al sueño donde el objeto se extravía mientras dormimos, si no más bien a aquel en el cual un repentino despertar y el estado de vigilia nos revelan que lo que perdimos en realidad nunca existió. 

11.12.20

La lluvia y la noche: II

Es necesario cerrar los ojos para dejarse llevar por su influjo. Recostarse con el rostro apuntado hacia la ventana, mientras el aire que nos rodea se enfría e inunda la habitación de petricor, conectándonos con un pasado remoto y el primer refugio donde el hombre se detuvo a saborear las mismas sensaciones: No solo vivimos nosotros, también está vivo nuestro hogar.

El incesante paso del tiempo y la certeza de nuestra finitud nos liberan por unos minutos, mientras somos hipnotizados por una dulzura que añoramos sin saberlo; entonces nos entregamos al sueño y recibimos —como en un murmullo— sabiduría inefable desde la bóveda celeste, acumulada a través de los tiempos, derramada generosamente sobre quien esté dispuesto a escuchar. 

La lluvia y la noche: I

En el manto uniforme que se deposita sobre la extensión haciéndola opalescente a pesar de las espesas tinieblas, una monótona música y los lejanos azotes de Zeus recuerdan una sinfonía que antecede los días de los hombres y proseguirá ininterrumpida mucho tiempo después que la tierra haya escuchado la última de sus voces.

Toda creación palidece ante esa humilde verdad inconmovible, habitantes o entorno, y aún la noción de una obligación hacia ese sistema que se presenta indiferente a nuestros deseos de adorarlo o someterlo.

Al final solo queda la oscuridad que se refleja en los espejos testigos de su presencia, mientras son absorbidos para reiniciar el movimiento y proyectar su mensaje ancestral una vez más.

8.12.20

Automaton

La alquimia de las palabras busca transformar a través de sus procesos no sólo el logos en signos, sino también su origen mismo; entender el génesis de la misma máquina que comunicará el centelleo milagroso producido en una fracción de segundo allá, donde se asienta el alma.

¿Que vino primero, una necesidad desconocida o su enunciación? Probablemente la razón sea sólo una consecuencia inesperada de la primera experiencia compleja que fuimos incapaces de traducir en las expresiones básicas que estaban al alcance de nuestros miembros y la chispa divina haya sido una sobrecarga en el sistema.

circa MMXX

Se que nunca hubiese ganado un concurso de popularidad. Tampoco puedo decir que haya sido un introvertido todo el tiempo.

Desde el momento en que un cable ingresó a casa para conectar una pantalla al resto del mundo, he incursionado en cuanta comunidad haya podido encontrar, cuando aún era muy chico para algunas y todavía ahora que siento estar demasiado grande para otras. Para quienes en algún momento nos vimos sorprendidos por la urgencia interna de poner algo en el mundo, el anonimato de internet fue una confortable frazada que nos permitió exteriorizar el pensamiento, aún cosas que hoy nos avergonzarían. Los seudónimos fueron un escudo protector para no tener que medir cada impulso, toda vez que esto es imposible cuando desborda el interior. Hace años buscaba un sitio de geocities que creé, estando en el colegio, del cual no tengo ningún respaldo y me parecía inconcebible que hubiese desaparecido por completo. Tal vez esto aún es cierto, pero ya no me preocupa. Por lo demás, estoy feliz de haber purgado de mi muchos usuarios, correos y participaciones en foros de las que tampoco quedarán registros.

Y es que en algún momento uno siente que tiene mucho para ofrecer y sin embargo, drenada la pulsión comunicativa, se nos presenta la inmejorable oportunidad de contemplar que lo que nos falta aprender excede grandemente lo que creemos saber. Sumado a esto, no todo lo que uno hace merece tener una sobrevida, ni siquiera en los igualmente efímeros bytes de algún disco remoto que un día será desconectado.

Este año, con todo lo inusual que resultó, ha derivado personalmente en una reconexión con muchas cosas. Además de pensar inevitablemente un poco más en la salud a pesar de aún ser joven, el prolongado stop me puso en una búsqueda por incorporar cosas y me llevó en consecuencia a un mayor silencio.

Ahora, sobre el final y mientras la normalidad repta para incorporarse a lo cotidiano, me siento en ánimo de compartir, al punto de reflotar este espacio que siempre fue una dulce sangría curativa.

Me conozco y sé que esto no puede durar. La motivación es pasajera, las musas nos susurran aliento muy brevemente, lo suficiente para dejar tan solo una pequeña cosa más en el aire; lo suficiente para que alguien más encuentre algo en este sistema abierto de donde todos tomamos y recibimos.

Que el ciclo no se detenga.

Santalum

Volvieron los días fríos y con ellos la acuciante necesidad de recordar su calor. Miradas indirectas de sonrisas ignorantes, inconscientes d...