11.12.20

La lluvia y la noche: II

Es necesario cerrar los ojos para dejarse llevar por su influjo. Recostarse con el rostro apuntado hacia la ventana, mientras el aire que nos rodea se enfría e inunda la habitación de petricor, conectándonos con un pasado remoto y el primer refugio donde el hombre se detuvo a saborear las mismas sensaciones: No solo vivimos nosotros, también está vivo nuestro hogar.

El incesante paso del tiempo y la certeza de nuestra finitud nos liberan por unos minutos, mientras somos hipnotizados por una dulzura que añoramos sin saberlo; entonces nos entregamos al sueño y recibimos —como en un murmullo— sabiduría inefable desde la bóveda celeste, acumulada a través de los tiempos, derramada generosamente sobre quien esté dispuesto a escuchar. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

busquedas (VI)

En el sínodo de dos miradas un presente sin dimensiones contiene por un segundo todo el Universo antes de plegarse y desaparecer, entre erra...