Aparentemente no habría nada esotérico detrás de aquella pesadilla en la que a uno, sin mayor razón, se le aflojan o caen los dientes. En lugar de indagar en signos ambiguos y mensajes del subconsciente, la razón más sencilla reza que quienes repiten estos escenarios sólo son gente que se preocupa mucho por su salud dental.
Me pregunto si está explicación será aplicable a otras separaciones traumáticas, como cuando soñé que me cortaban un brazo, al que observaba con más lástima que dolor. O a los sueños donde se pierde algo valioso de entre los dedos pese a nuestros mejores intentos de encerrarlo en un puño.
Pero sin duda el top de la angustia onírica no corresponde al sueño donde el objeto se extravía mientras dormimos, si no más bien a aquel en el cual un repentino despertar y el estado de vigilia nos revelan que lo que perdimos en realidad nunca existió.
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