No existió y aún así se materializa constantemente en recuerdos. No tendrá jamás un rostro pero sus muecas evocan fragmentos de humanidad que vibraban en la atmósfera acompañando frecuencias de sentimientos reales.
No tuvo un cuerpo, pero sus extremidades podían abrazar el planeta en un instante. Ahora, en cambio, tiene uñas afiladas que perforan la piel y dejan testimonio de su actual condición: Laceraciones fantasmales que trazan cicatrices de un futuro imaginario.
No puede importarle lo que cualquiera piense de ello, porque fue una entelequia y ahora solo es una conjetura fallida, sin embargo su realidad por momentos es monstruosa, como solo pueden ser los mitos.
Se encuentra para siempre atrapado en un limbo conformado por fantasías y mentiras que pretenden cobrar vida cuando nos las contamos con convicción.
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