Tensión en Bolivia

Hace varios días sentía el deseo de comentar en alguna forma los sucesos que acontecían en el vecino país de Bolivia. La tensión social que se producía a fines de febrero y en los primeros días de marzo, sumados a la corrupción política llevaron al presidente Mesa a ofrecer una renuncia que finalmente no fue aceptada y que, hoy, tan solo parece hacerlo quedar en una posición peor. Es triste para mí, ver en esta situación a quien considero un verdadero intelectual, una persona integra, atacado por su política neoliberal, como si fuera más aceptable la actitud de demagogos como Kirchner o Chávez, que dan una imagen al pueblo, pero están como todos los demás, cumpliendo el compromiso con el FMI. Sin embargo, al pueblo le gusta escuchar a estos personajes, les suena a rebeldía y los reconforta, aunque son pocos los que realmente creen que pueden cambiar en algo la realidad de las políticas internacionales. Así en Bolivia como aquí, se malinterpretan tanto los derechos que ciertas ideas ya no se cuestionan: no se puede sancionar a alguien que decide manifestarse cortando una ruta o una vía de comunicación, pero uno no puede ejercer su derecho de transitar libremente. Las políticas socialistas que tanto resuenan a igualdad y tolerancia son las más intolerantes y corruptas, y no dejan de ser parte de los acontecimientos internacionales, tal es el caso del húngaro George Soros que pretende mantener a Bolivia sumida en el caos social, apoyando al MAS, para evitar que la industria petrolera se desarrolle y pueda competir con sus intereses.

Y así ha sido desde siempre, diciéndonos que debemos mantener nuestra cultura, costumbres e “identidad” –la cual no existe, al menos de la forma que siempre se la concibe- nos hemos estancado en el progreso. No veo esto totalmente negativo, ya que ha evitado que liquidemos definitivamente nuestros recursos, pero nos ha costado el hecho de que no podamos explotarlos por nuestra cuenta. En este sentido es hora de tomar las riendas, pero para esto no hace falta amenazar con sangrientas luchas a nadie –como lo hiciera un dirigente socialista en Bolivia- y mucho menos a quien podría aplastarnos fácilmente si lo deseara. Hay que imitar las actitudes que asumieron Japón o Finlandia en sus momentos de crisis, y que hoy gozan de estabilidad ¿Será posible ver algo semejante en Latinoamérica?

Finalmente, vemos que se vislumbra una esperanza en Bolivia. Esta se refleja en la gente que manifestó su apoyo al presidente Carlos Mesa y en los números: Evo Morales tiene una tendencia de voto del 8,1%, después de haber llegado a un 18% hace algunos meses, mientras el presidente Mesa tendría el voto del 30,5% seguido por el ex presidente Jorge Quiroga con 20,8%.

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