IIII (¡cuatro?)
Visitando mi propio weblog, me quedé observando el reloj de la figura en la entrada anterior. Aquellos relojes analógicos siempre me fueron objeto de fascinación –funcional y simbólica- uniendo en ellos la perfección técnica y un antiguo deseo de dominar al tiempo, aunque más no sea controlando su marcha. Paradójicamente, y aunque tengo varios de pulsera, habitualmente no llevo ninguno en la muñeca porque en seguida me fastidian y terminan sobre la mesa de trabajo o en un bolsillo. En una temprana infancia, mis primeras nociones de lo que era un número romano vinieron de haber observado los símbolos que indicaban la hora en un antiguo reloj de madera. El reloj de aire clásico, pesas y péndulo tenía una esfera donde se destacaban los números que llevaba adosados. Cuando en la escuela daban las reglas básicas para la formación de cantidades en notación romana, el tema me llamó mucho la atención por resultarme conocidas aquellas cifras, largamente observadas. Pero pronto una confronta...