Primeramente, me disculpo por mi relativa ausencia en estos días y la escasez de comentarios y posts, pero debido a motivos académicos estoy mucho tiempo ausente y lamentablemente con una sequía de ideas...
Y como la vida abunda en ironías, en este momento estoy estudiando acerca del origen de las ideas, la elaboración de conceptos, y su traducción en formas (ardua tarea descifrar los caminos de la mente) y entre la bibliografía citada se encuentra un libro del sociólogo y pensador francés Edgar Morin, libro titulado “El Método”.
En principio, debo decir que desconocía completamente la obra de este autor, cosa que no sorprendería a nadie si no fuera porque se trata de un pensador al que según la orientación de mi facultad “debiera necesariamente” haberse leído al momento del cursado de la materia, que en mi caso, no fue así. Ante tal situación, aún puedo decir que sobreviví hasta hoy sin él. Ahora, con un poco más de compromiso, me entregué a la tarea de llenar el supuesto vacío que existe en mi formación para ver arquitectura. El libro, editado originalmente en 1977 llega en una edición castellana de 1998. Hay que mencionar que la traducción es un tanto confusa, y podría decirse descuidada, porque en un paso entre lenguas latinas suele obtenerse mayor prolijidad, pero si las ideas fueran sólidas podría omitirse la negligencia para rescatar el tesoro de un diamante en bruto. No ocurrirá esto.
El intelectual Edgar Morin defiende hasta el abuso solo un par de pensamientos, ejemplificando hasta el cansancio, apelando continuamente a neologismos, redundando oraciones y demostrando gran cantidad de ideas prejuiciosas. Puede decirse que esto es producto de buscarle la “quinta pata al gato” y se hace evidente en la necesidad que Morin tiene de inventar y mezclar términos constantemente para expresar ideas que sencillamente se podían proponer de muchas otras formas. Y es que en el afán de querer hablar del mundo de las ideas y de la noosfera, de la preexistencia de los mitos, de la continua influencia de la cultura en el hombre y viceversa, Morin, para no parecer simplista necesita fascinar con cantidad de términos extraños, un abuso de preposiciones, un glosario más desconcertante y términos extranjeros que le parecen tener más sonoridad y expresión que cualquier posible traducción francesa o castellana (cosa que probablemente sea así, si se comparan con sus neologismos forzosos)
Un pequeño párrafo de muestra: “si lleva en si principio, modelos, esquemas de conocimientos, si genera una visión del mundo, si el lenguaje y el mito son partes constitutivas de la cultura, entonces la cultura no comporta únicamente una dimensión cognitiva, es una máquina cognitiva cuya praxis es cognitiva. Se puede llamar logicial a un conjunto de principios reglas e instrucciones que mandan/controlan operaciones cognitivas, se puede decir que las actividades cognitivas del ser humano emergen de inter-retro-acciones dialógicas de origen bio-cerebral y sociocultural.” ¿Nadie le habrá criticado a este estudioso de las percepciones, que un exceso de información sin un mínimo de redundancia es contraproducente en un texto que pretende enseñar y trae como consecuencia inevitable la confusión y el aburrimiento del lector?
Es llamativo que ningún nuevo concepto se desarrolla desde la página 28 hasta la 52, donde por fin se trata un poco sobre cómo la cultura se transforma, pero donde tampoco hace ningún aporte deslumbrante.
En conclusión: La conceptualización, ese paso del problema a la solución, la traducción en términos físicos de una idea (que no habita el mundo físico) es siempre un proceso complejo que se realiza en la mente del artista, diseñador, etc., en una forma poco susceptible de un análisis definitivo. Estos procesos dependen grandemente del individuo que los realiza pero son en alguna medida enseñables. En estos días mi confrontación fue ¿Cómo podría enseñarse mejor estos tópicos? Me cuestiono esto porque es preocupante ver como un espíritu práctico puede (y esta en todo su derecho de hacerlo) desechar tal cantidad de palabrerío a la hora de tener que cursar una materia que es fundamental para comprender la actividad heurística. Esto desde luego redunda en profesionales obtusos, sin creatividad, en el amodorramiento de espíritus que quizás con un poco de estímulo pudieran liberar un potencial que el medio nunca les permitirá conocer, o peor aún, en "osados" que buscan seguir los pasos de tales palabreros al ver el supuesto éxito y la popularidad que les confieren sus enredos.