El bosquecillo
A pocas cuadras de la casa de mi primera infancia, había un bosque. En una ciudad más bien árida, esta mancha verde era parte de mi día a día. El colectivo que me llevaba al colegio pasaba rodeandolo, pero también era posible atravesarlo. A veces lo hacíamos con mi papá. Creo que de alguna forma él intuía que era algo que me gustaba. Lo recuerdo especialmente cuando caía nieve, aunque viví pocas nevadas de forma consciente. Recuerdo algunos sectores donde podían verse aún las vías abandonadas del tren y algún camino de tierra. No tenía (ni posiblemente llegue alguna vez a tener) dimensión cabal de su extensión, se que hoy es solo un fragmento de su mejor momento. Pero arraigó permanentemente en mi cabeza y ha creado en mí una fascinación por los bosques fríos. He aprendido también que, cómo podía imaginar por el lugar de su implantación, no se trata de un bosque natural. Sus altos eucaliptos llegaron con un inmigrante australiano muchas generaciones atrás, y aquel árbol se adaptó bien ...