Una de las mayores modificaciones en la conducta del hombre del siglo XXI viene dada por el acostumbramiento a la satisfacción inmediata de sus necesidades. Satélites, banda ancha, celulares y microondas han dejado impresa en nuestra mente la noción de que todo puede encontrar solución siguiendo una determinada –y exigua- cantidad de pasos. De todas estas deformaciones de la conducta, uno de los aspectos que más ha sufrido es el de la solidaridad.
La sobreexposición a las últimas noticias alrededor del globo ha despertado la sensibilidad de muchos, las cadenas de mensajes sobre crueldad contra los animales probablemente hayan conmovido a alguien hasta las lagrimas y el insistente mensaje ecologista de cuanto producto de entretenimiento puede verse en cine y televisión seguramente ha dado nueva perspectiva a quien hasta ahora menospreciaba la calidad del ambiente en el que habitamos. Pero todos estos “disparadores” son absolutamente ineficaces para iniciar una verdadera acción solidaria. La razón detrás de esto puede vislumbrarse desde el momento en que la mayoría de estas campañas instruyen a “hacer algo ¡ahora!”, menospreciando la poderosa inercia de la pasividad. Para ejemplificar como operan estos en el conjunto, podemos tomar el pavoroso y tristemente célebre terremoto en Haití.
La etimología de la solidaridad (solidas) nos habla de unidad, integridad y fuerza en un solo término. Por definición, la solidaridad implica la adhesión a una causa ajena, haciéndose parte de esta para alcanzar un objetivo. En el caso de Haití, se estima que reconstruir el país tome entre 5 y 10 años. Y estos cálculos seguramente prevén un desarrollo optimista de los sucesos, de la misma forma que uno quisiera imaginar que la ayuda alimenticia llega a donde se la necesita y no que es saqueada en el camino. Se tratará, entonces, de un largo y penoso esfuerzo sostenido tanto de parte de las víctimas como de los benefactores. Es a todas luces una responsabilidad que muy pocos desearían arrojarse a los hombros. Sin duda, la solidaridad en estas causas de trascendencia global se puede construir a partir de los llamados “granos de arena”. Pequeños aportes realizados por mucha gente llegan a sumar una fuerza importante para una causa solidaria; hay que mencionar que ni siquiera en estos casos la solidaridad está desprovista de esfuerzo y abnegación. Creí haber visto la mínima expresión para estos “granos de arena” cuando conocí un sitio que donaba un plato de comida por cada clic que se hacía en su portal. Esto resultaba comprensible cuando uno veía la cantidad de sponsors que manejaban, se enteraba de los mecanismos de la publicidad en internet y quiénes eran los verdaderos “benefactores”. El sitio se hizo muy conocido y fue mencionado en muchas otras páginas y también en la tv.
No resulta tan fácil, sin embargo, intentar imaginar que ganan los grupos que se forman en facebook, prometiendo desde 5 centavos a un dólar por cada “miembro” que sumen. Solamente dos días después del terremoto ya sumaba más de un millón de miembros ¿Alguien podría constatar que cumplieron su promesa cuando ni siquiera mencionan un nombre o una organización que respalde la propuesta? Pero lo de generar listas gigantescas en facebook bajo cualquier consigna o juntar “firmas” via e-mail no es nada nuevo. Podría tratarse de una cuestión inofensiva si no fuera porque nuestras modernas conciencias terminan conformándose con “ayudar” de esta forma, con ser electrónicamente solidarios. Seguramente no todos podemos ser filántropos, ni donar nuestras posesiones a los pobres; muchos quizás no están siquiera dispuestos a renunciar a 10 dólares de su bolsillo, y están en su derecho de no hacerlo… pero es el intento de jugar a la beneficencia virtual resulta patético. Quitarnos rápidamente esa molestia que nos producen las lacerantes imágenes acercadas por la globalización es coherente con la inicial exigencia de las campañas instantáneas, esas que parecen requerir una acción inmediata y luego de hacerle una caricia a nuestro flamante altruismo, se esfuman. Me pregunto: en 11 meses más, cuando Haití esté un poco más sumido en la miseria que siempre, los medios mundiales hayan sintonizando otro país, los famosos pluscuamperfectos (bellos, talentosos y solidarios) estén adoptando hijos de otras nacionalidades y los conmovidos anónimos alrededor del mundo sientan que han hecho suficientes clics ¿Quien se hará solidario tan ligeramente con la tarea de levantar de las ruinas a un pueblo que ha sido empobrecido por la corrupción y corrompido por la pobreza sistemáticamente?