Pero ¡atención lector!, que no cunda el desaliento si la vida no le ha dotado de la mínima creatividad necesaria para elaborar una sencilla y pegajosa melodía destinada a mentes con actividad cerebral casi en estado de frecuencia zeta (producto del tiempo de vacaciones o del frenesí fashion que las posee). Con tener vislumbrada la manera de publicitar correctamente “su” producto o contar con las personas adecuadas para este fin, es suficiente ¡ningún óbice se interpondrá entre Ud. y el éxito soñado!
Pese al extendido mito que reza sobre la complejidad de la dinámica social, que convierte a una canción en un éxito –y tan sólo repasando la historia del Rock encontraríamos ejemplos para esta idea en “Johnny B. Good” (Chuby Checker), “Rock Around the Clock” (Bill Halley), “Satisfaction” (Rolling Stones), y un largo etcétera- lograr éxito no depende de arcanos mecanismos ocultos del subconsciente popular. No estamos hablando de crear un punto de referencia en la historia musical (como los temas mencionados), sino de gozar de un éxito, quizá un tanto más mediocre, pero que no obstante nos garantizará ser recordados por este único –los llamados one hit wonders- y aún si repetimos exitosamente la formula, mantenernos un tiempo más en el anhelado candelero.
Sin más preámbulos, estos son los criterios a seguir:
1º paso: Identificar el target. Esto es fundamental pues determina los pasos siguientes. Al contrario de la expresión artística que primeramente existe y luego encuentra sus receptores en espíritus afines, aquí la finalidad principal debe ser llegar a la mayor cantidad de personas y quedar retumbando en sus cavidades auditivas.
2º paso: Acopio de materiales. Como la heurística no es nuestra aliada y hemos descartado que las musas vendrán a socorrernos, debemos salir a “buscar” la inspiración y los elementos para nuestra “creación” en algún lugar donde estos abunden. Teniendo en cuenta la estructura de un “éxito” estándar, el mejor lugar para encontrar material seria la misma expresión popular (cumbia, folklore, etc). Pero no debemos olvidar que aunque la estructura se repite, la novedad en este caso es importante a otro nivel. Esto es, si empleamos como base el tema del año pasado y tan solo le superponemos al track un cencerro acompañando el ritmo, además de los problemas legales asegurados, no crearemos gran sensación en el público. Entonces, mientras menos esfuerzo estemos dispuestos a invertir en la creación, nuestra fuente deberá ser más desconocida. Podemos buscar, por ejemplo, en el folklore de un país vecino, de extensa variedad de ritmos, si además el país en cuestión lleva un registro de la propiedad intelectual muy reciente ¡habremos encontrado una mina de otro!
3º paso: Forzar el vínculo con el client… perdón, con la audiencia. Aunque aquí entra en acción el trabajo de publicidad, pues nuestro target siempre estará particularmente receptivo al mensaje de los tiempos (desde luego, no al mensaje original de nuestra “creación”, sino al que los portadores de la buena onda quieran indicarles que debe gustarles esta temporada), podemos ayudar a crear el vínculo de las siguientes formas:
· asegurando que nuestra creación está ligada a nuestras “raíces culturales”. Esto también aquietará a eventuales memoriosos que puedan encontrar familiaridades en nuestro sonido.
· reduciendo el tiempo de adaptación al hit. Añadir una especie de “base electrónica” (el repetitivo y machacante martillo), más allá que se trate de una cumbia, un tango o una copla; es como usar una capa de cemento de contacto, el patrón repetitivo nos garantiza que la gente seguirá escuchando una parte de la canción en su cabeza durante varias horas.
· haciendo que la letra no pase totalmente inadvertida. Si la letra original resulta demasiado “inocente”, corre riesgo de pasar indiferente, así que deberemos modificarla para que suene más picaresca y, por qué no, hasta atrevida.
4º paso (opcional): Convertir el mensaje del inversionist… perdón, del “artista” en una experiencia interactiva con el oyente. Siempre es buena idea incluir algo que el público no pueda asimilar muy fácilmente. Bastará un par de palabrejas en un idioma no muy familiar (revisar otra vez los alcances del target, probablemente no baste incluir frases en inglés y tengamos que recurrir al quechua o quichua vrg. “asna siki”, o por lo menos a un sinsentido “aserejé”) y obtendremos un importante movimiento en Internet de gente consultando sobre su significado.
Exitosas experiencias avalan este método y podríamos citar algunas de las más atrevidas (por haberse basado en temas de trascendencia internacional):
“Como has hecho” y “Way, ay, ay” por Los Tekis: Entre otros temas más, estos son los más conocidos a nivel nacional, especialmente el primero. El autor original es Rómulo Flores, los intérpretes originales, el grupo “Andino”, todos bolivianos. Pero este detalle menor no tiene incidencia en Argentina, donde muchos creen que los Tekis son los autores o quizás la identifican solamente como una “canción popular del norte” y punto. También interpretan este tema con ligeras variaciones, los Gaitán Castro en Perú.
“El chupa chichi” perpetrado por Cesar y grupo Felicidad: Originalmente titulado “El Sombrero de Saó” (ridículamente deformado por este grupo jujeño, de tal manera que pueden alegar “versión libre de un tema popular del norte”). El autor es Pedro Shimose, boliviano, el tema fue interpretado por el “Trio Oriental” y aún por artistas internacionales como el “Cuarteto Imperial”.
Una variante posible al paso 4 es decir algo en español que suene similar a otra cosa, como en el caso del rumano Vrei sa pleci dar nu ma, nu ma iei que se convirtió en “Pluma, pluma gay”. Este recurso puede generar un positivo efecto jugando con la ventaja legal de haber introducido en la nueva canción algo que no tiene nada que ver con la original. Otros temas han sido traducidos, “adaptados”, “inspirados”, re-mezclados y han tenido bastante acogida popular como “Resistiré”, “El Humahuaqueño”, o si queremos ir más atrás en el tiempo podemos mencionar a “Las palmeras”, “A los bosques yo me interno”, “Yo tengo unos ojos negros” y tantos otros que, más allá de haber reconocido a los autores originales tardíamente, en su momento dieron abundante cosecha a los “inspirados” de turno.
Es necesario, no obstante, admitir que esto no es bien visto por algunos que todavía se empeñan en llamar PLAGIO a esta actividad, sin apreciar la destreza que es necesaria para no terminar como el caso de la mundialmente famosa “Lambada” que dio a conocer el grupo brasilero Kaoma sin tener en cuenta al hacer su versión, que el tema “Llorando se fue” (título original) perteneciente al no menos famoso grupo boliviano Los Kjarkas, ya tenía registrados los derechos de autor y así Kaoma tuvo que pagar millones de dólares por su “in-versión” en el mismo. Bueno, pero ¡ánimo!, hay muchísima producción popular auténtica muy desprotegida y si aspiramos a una trascendencia moderada, no deberíamos tener ningún problema; tan sólo quizá alguna molesta voz que quiera desenmascarar nuestras acciones. Pero en todo caso no son muchas y tampoco pueden estar en todo ¿verdad? Además, por unos cuantos que nos llamen ladrones, habrán muchos más que nos gritarán ¡genio!, ¡ídolo!, ¡no te mueras nunca!, etc.
Nota: Quise en esta ocasión hacer uso de una no tan sutil ironía, para no contentarme sólo con denostar el gusto vulgar y la habilidad de los “comerciantes” que encuentran su mercado en los oídos de la masa inculta –esto aun ha provocado que los publicistas de la movida veraniega, se “autoparodien”, como se ve en las campañas de CTI y el autoproclamado “tema del verano” (refiero a este excelente artículo de Página/12)- También me impulsó la coincidencia de haber leído esta nota en el blog de Lalo Mir (La locura) y el hecho que un lector llegara “…al correr de la pluma” usando los términos de búsqueda “pagina para descargar las canciones de cesar y su grupo felicidad”.