14.10.13

6:00 a.m.

No debe existir una manera más rápida y efectiva de arruinar para uno mismo una canción que asignarla como alarma de despertador.

Presumo que tiene algo que ver con la tortura por privación del descanso, la fase REM del sueño y el condicionamiento pavloviano. En todo caso hasta ahora ha probado su efectividad el 100% de las veces en mi persona.

Por esto he decidido no volver a usar como despertador ningún sonido caro a mis sentimientos. Como de momento tampoco se me ocurre cual sería un sustituto adecuado para tan ingrata tarea, voy a tener que levantarme al digital estruendo de una falsa sirena de policía, de un viejo teléfono de baquelita o de una alerta de bombardeo de la Segunda Guerra Mundial.

Escapará a tiempo del fatal destino de integrar la categoría "despertador" la maravillosa Going to California de Led Zeppelin, en todo caso reservada para aquella mañana que, cumpliendo un sueño (y no despertando abruptamente del mismo), el sol me alcance en ruta y manejando hacia el oeste por algún tramo olvidado de la famosa 66.

28.5.13

Desiertas obsesiones (y ciertas negligencias)

Incendio voraz que vacía el ser, que es desatado por el más pequeño de los estímulos: Nada prevalece a su paso y aun asfixia a la razón para servirse de ella, para nutrir artificialmente a su huésped con una energía que parece inagotable.

Inflama muchas noches con sus días en el silencioso mar de la incertidumbre, haciendo girar agujas a diestra (y siniestra) sobre el desolado páramo desconocido que es la cotidianidad para aquel que acostumbra hacerse ajeno a la realidad.

Casi logra extinguir a su pálida víctima (adicta a un cóctel de adrenalina y estrés cuya libación solo parece ser compartida con el crimen y la inmoralidad) antes de liberarla.

“Estamos, señores, en presencia del más patético de los infelices –escucha resonar al mismo tiempo dentro de su cabeza y en la solitaria inmensidad que lo rodea–, aquel que vive el infortunio de tener todo el tiempo a su alcance el objeto del deseo y que se sabe, por tanto, irrecuperable.”

Él, que abraza su esclavitud bajo la forma de un deleite autoimpuesto, de una vocación inexpugnable a su destino. Él, que como un suicida, no busca concretar su destrucción porque entonces tendría que dejar para siempre de fantasear con ella.

Él, que a veces puedo ser yo.


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