Identidad

Identificarse puede ser “encontrarse igual a” pero también es aquello que nos separa y hace únicos.

Hoy esta última idea parece haberse perdido casi completamente: pocos quieren ser diferentes o únicos, la mayoría más bien desea pertenecer a un grupo y si posible confundirse con la masa. Por otro lado, y aunque sea contradictorio, el ser humano desea reconocimiento –o su versión barata, la fama- pero desean ese reconocimiento por parte de la masa que integraban originalmente. Aún las contraculturas históricas han sido absorbidas por su medio y sus “discípulos” son convertidos en un estereotipo más: “rockeros” desfilando por una alfombra roja, “punks” que no están mas enojados con el sistema, “hippies” que hacen millones con sus canciones, y “góticos” que no lucen muy depresivos. A la hora de las criticas de la moda, se escucha “esta bien combinado dentro de su estilo”, “ellos adhieren a ese look” y así los “diferentes” son tan solo parte de otro grupo más. Todo esta supeditado a la moda de una forma u otra, en un desesperado afán del hombre de ser admirado por sus iguales. Quien no ha encontrado un grupo al cual integrarse hasta cierto momento, parece definitivamente perdido y condenado por el mundo, de hecho, una de las mayores preocupaciones de los adolescentes es ser aceptados por la gente a la que admiran, y cuando esto no sucede, pueden llegar a albergar un gran resentimiento contra todo lo que los rodea y contra ellos mismos. De esta forma también se establece que alguien que tiene mucha “personalidad” es el que a logrado triunfar y ser reconocido entre los que son de una forma u otra iguales a él –o que se identifican con este. Hasta aquí todo estaría bien con la primera parte de la definición de identidad, sin embargo si todos nos “encontramos iguales a” todos ¿existe realmente la identidad?

A partir de aquí entra el segundo concepto de identidad, el que nos hace a todos diferentes, el que cada uno debemos construir. Equivocadamente hoy se piensa que la globalización es el peor enemigo de la identidad, lo que lleva a muchos a defender a capa y espada sus “raíces”, que no son mas que un conjunto de anticuadas y equivocadas costumbres que mantienen a una sociedad sumida en la ignorancia. Realmente no tengo mucho en contra del folklore en si, pero si de la actitud de negar todo lo que no sea autóctono, ya que esta es otra forma de pretender igualarnos a todos. Tampoco se trata de crear una versión nacional de todo lo extranjero, ya que cada movimiento tiene un contexto particular e irrepetible de donde sale, y si se trata de imitarlo, tan solo se obtiene un burda copia que recuerda a algo mejor ¿Es posible entonces ser diferente en un mundo globalizado? ¡Claro que si! El problema es que es un proceso difícil, que pocos quieren afrontar, porque puede implicar ser negado por muchos, quizás encontrarse solo hasta saber de alguien que piense en forma similar y esto puede tener consecuencias devastadoras en un espíritu débil. Por esto la mayoría prefiere el tibio gusto de sentirse contenido y a aceptado en un grupo, de seguir todo lo que ellos hacen y dicen, aun cuando su mortificado espíritu les demande en algún momento que sean diferentes, que no se sometan al deseo y la demanda de los demás. Sin embargo desde siempre fue más fácil acallar a ese espíritu que de todas maneras parece estar condenado por la eternidad, si es que acaso existe, que al deseo del momento.

¿Será posible dominar a nuestros deseos inmediatos y vivificar nuestro espíritu por nuestra propia cuenta?

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