Rabo entre las patas y hocico casi rozando el pavimento, no necesita levantar la vista mientras se dirige sin atisbo de duda hacia el portal donde a menudo recibe una pedrada o un pan. Hoy la suerte le sonríe y una conocida mano le arroja un hueso que aún retiene el recuerdo de la carne.
Con la fortuna del día se dirige a un rincón oculto. Sabe que su presencia es tolerada por quienes están de paso y lo cruzan accidentalmente, pero repudiada con disgusto y, en ocasiones, asco por quienes lo ven varias veces al día, así que trata de esquivarlos y hacerse mudo e invisible.
Ha sido bendecido con al menos no tener que disputar con otros indeseables por el húmedo suelo que lo abriga parcialmente de las miradas y la intemperie.
Sueña con una abrigada realidad de caricias cuya existencia nadie le ha referido y sin embargo puede intuir en sonidos y aromas que sus sentidos captan en medio de aquel ambiente hostil, que le aseguran que existe un lugar mejor. Es que en sus sueños habitan también cosas veladas a su naturaleza pero que inexplicablemente discierne, donde puede verse surcando los cielos, probando manjares y vistiendo su color favorito. Tal vez en otro espacio y tiempo. Tal vez en la próxima vida.
Pronto es tiempo de despertar y volver a recorrer la calle.
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