Monotonía
Esto ha ocurrido y volverá a ocurrir, dijo Euforbo. No encendéis una pira, encendéis un laberinto de fuego. Jorge Luis Borges: Los teólogos (1949)
Aunque mi mente racional jamás vaya a aceptar influjo alguno de los astros sobre nuestros destinos, creo haber sucumbido en cambio a una noción casi tan herética como aquella, aunque acaso más aceptable a mis cavilaciones.
Todo sucede y se sucede en ciclos que se repiten. Lo intuimos en el comportamiento de la naturaleza, pero también nos encontramos atrapados en ellos, círculos de acontecimientos de los cuales no podemos escapar por falta de un grado mayor de conciencia: los atestiguamos pero sin memoria previa de lo sucedido, y por tal fatalidad experimentamos una y otra vez las mismas glorias pero también los mismos fracasos.
Estos ciclos se dan en diferentes escalas y de manera similar, como un fractal. Repetimos errores de nuestros antepasados, posiblemente codificados parcialmente en nuestros genes, repetimos también un mismo patrón varias veces en nuestra vida natural, voluntariamente ciegos (¿o tal vez no?) a su forma, re viviéndolo como por primera vez hasta que se completan nuestros días. Tal vez incluso repetimos toda la historia universal una y otra vez como en un cuento borgeano.
Quizá la clave pretendidamente encontrada en los astros no es otra que el oportuno descubrimiento de sus órbitas, que describen aquello que no podemos reconocer en nuestra propia existencia.
Y si acaso alguien ha llegado a ser consciente de esto, no se debe a un don sobrenatural ni una inteligencia superior: se trata simplemente de la observación desde una frecuencia más amplia.
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