La última mañana del invierno
Segundo había sido en realidad el primero en llegar a este mundo, pero nadie se enteraría jamás de esto desde el momento en que la partera, por error, le concediera ese honor a su hermano.
Su carácter complaciente posiblemente haya estado vinculado a este hecho, dispuesto siempre a relegarse, a preferir al otro y dar un paso al costado de ser necesario, o quizá un rasgo incipiente de su temperamento se encargara de convencer a todos que era efectivamente el menor, refrendando esta idea con su actitud a través de los años.
Vivir a la sombra de los demás nunca lo hizo infeliz en forma alguna. Estaba agradecido de no haber sufrido el desagradable bochorno de ser el mejor de su escuela, de no haber participado en cuanta competencia surgía y por las que su hermano, en cambio, se desvivía. Se había sentido aliviado también de no tener que seguir el negocio de la familia, que con el tiempo llegó a considerar como una actividad laboral segura pero que desde siempre le sabía tediosa, considerándola desmesuradamente pesada para su espíritu.
Le hubiera gustado, en cambio, pasar más tiempo en la terraza, encontrando formas en las nubes y figuras en los edificios que le tapaban el horizonte. Figuras esbeltas y rígidas que trataban de estrechar la mano de las que pasaban volando, dejando estelas rosáceas y amarillentas, perfectas, suaves, transparentes. No deseaba pintarlas, no quería describirlas con palabras ni capturarlas en una foto. No se sentía capaz de hacerlo con justicia, y tan solo deseaba que el espectáculo no fuese tan efímero, que la magia de esos minutos pudiera hacer frente a los sonidos de la ciudad que despertaba y los obligara a retroceder.
Una mañana, persiguiendo espectros del sonido, fantasmas audibles que rellenan cada intersticio del universo, Segundo penetró en el parque hasta un lugar inaccesible a la orquesta urbana.
Se había levantado muy temprano como de costumbre y había salido sin despertar a nadie. Corriendo en medio de filosas transmisiones mal sintonizadas, ruedas friccionando el asfalto y motores martillando el aire con pequeñas estocadas laterales se adentró en un remanso de tierra húmeda y silencio, de verde limpio y profundo que asomaba con remozada faz a un cielo que no quería despertar aún y con gesto somnoliento le sonreía, lo invitaba a subir y contemplar desde su lecho a las agitadas hormigas bajo su colchón, en el repetitivo ejercicio de vivir para ser alguien entre quienes no son nadie. Había contado los milenios desde la última vez que observó ese trajín en compañía de alguien que no fueran las vanidosas nubes indiferentes que lo hipnotizaban para no amanecer… Sería el primero en mucho tiempo en tener tal privilegio.
Por breves segundos lo único que Segundo sintió fue una quemadura fría en su espalda que ascendía hacia su cuello, un metálico sabor en su saliva y una mano intrusa que buscaba algo en sus bolsillos. Sin terminar de comprender que también se iría de este mundo antes que su hermano, ascendía feliz para despertar al cielo.
Estremece el relato por la desconcertante condición del "segundón" quién ya en oscuros tiempos debía, generalmente contra su voluntad, asumir roles determinados por su entorno y también me impacta ese reflejo de nuestro desamparo en esta violenta vorágine que no nos permite buscar esos espacios que eran propicios para dar rienda suelta a nuestra imaginación, hoy conculcados por temores prosaicos pero tristemente cotidianos. Muy bien logrado tu relato. Un abrazo, fuerte.
ResponderBorrarpero que letra pequeñita elegiste para tu blog!!
ResponderBorrarlacosteant: este cuento salió casi (casi) a vuelapluma mientras pensaba en la figura de los hermanos mellizos, recurrente en mis ideas por estos dias. Me alegro que te haya llegado, otro abrazo (PD.: veo que aun no solucionaste tu problema con blogger.. ojala te podamos leer pronto)
ResponderBorrariv4n4: ¡bienvenida a este rincón de blogger! sobre tu comentario... imagino a qué te referís. Es un problema de mi plantilla con Internet Explorer que aún no consigo solucionar (pese a haberla limpiado y adaptado al nuevo formato que usa blogger). Pero no pierdo las esperanzas porque hace tan solo un par de dias que la subí. ¡Gracias por tu visita!
Una historia muy bien contada, y sin dramatismos hasta el final, cuando estalla el drama precisamente por la naturalidad con que la muerte se le viene encima. Felicidades, querido amigo.
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