Beethoven y el animé
Ahora, aunque me fascina la estética japonesa para las artes y mucho de su cultura y filosofía, algo que nunca asimilé ni me agradó demasiado, a excepción de uno que otro dibujo animado clásico de la infancia, es el anime (por otra parte, entonces era escaso en nuestro occidente). Sin embargo en esta semana, debido a una encarecida recomendación y animándome el hecho que en la trama tiene rol protagónico la Sexta Sinfonía de Beethoven, pude disfrutar del corto de animación “Goshu el violonchelista” (Sero Hiki no Goshu) de 1982.
Se trata de una preciosa narración sobre un joven músico que vive en un pueblo del Japón de la primera mitad del siglo pasado y que intenta perfeccionar su ejecución para el día de un recital; a partir de las severas reprensiones de su maestro y conductor, que lo señala como el eslabón más débil en el conjunto, en el escaso tiempo que resta Goshu pasa solitarias noches de práctica, pero en su rutina irrumpen sin invitación unos curiosos visitantes, a los que en principio se muestra hostil. Estoy seguro que cualquier músico puede apreciar esta singular historia (y sin duda, extraer también una enseñanza) sobre el crecimiento espiritual de Goshu.
Haciendo un gran paréntesis, quisiera contar un hecho particular relacionado con la misma. Como todo material que luego de caer en mis manos tiene la virtud de llamar positivamente mi atención, lo miré por segunda vez para procurar extraer aquello que inevitablemente pasa de largo en la primera apreciación. La película solo tenía audio en el idioma original y subtítulos en inglés, lo que me obligó a abstraerme un poco de la palabra hablada para comprender completamente la trama pero en la segunda observación y desatendiendo un poco los subtítulos, escuché varias veces la palabra “tanuki” para nombrar a uno de los personajes, que el traductor había nombrado “raccoon” (mapache). Sin embargo, la palabra “tanuki” (aún sin saber absolutamente nada de japonés) y la apariencia del animal me resultaban conocidas…
Con apoyo de la wikipedia (en la cual no termino de perder la fe) pude localizar justamente al animalito que estaba buscando, el Nyctereutes procyonoides, conocido como “perro mapache” o simplemente “tanuki”. A pesar de su semejanza con un mapache, este animal es un cánido y está en todo caso más cerca de los zorros. El motivo por el cual la palabra me sonaba conocida se debe a la historia llevada al cine en 2005 por Seijun Suzuki, cuyo título comercial en occidente es “Princess Raccoon”. La conocida actriz asiática Zhang Ziyi (que trabaja en largometrajes mundialmente famosos como “La Leyenda del Tigre y el Dragón”, “Héroes” y “Memorias de una Geisha”, por nombrar sólo algunas) interpreta a Tanuki-hime, una princesa y divinidad, inspirada en la mitología japonesa, que se enamora de un hombre.
Leyendo un poco más en la red pude comprobar que este incomprendido animalito, al que insistimos en identificar con un mapache, es muy importante dentro de la cultura japonesa, quienes en su panteón le asignan un rol como contraparte del zorro, ambos espíritus traviesos pero el primero bueno y el segundo malo. A estos se les atribuía la capacidad de cambiar de forma y algunos poderes sobrenaturales. En la actualidad es posible encontrar estas referencias culturales mayormente en el anime, pero también en algunos videojuegos de fines de la década del 80 (por supuesto, de origen japonés), como aquel Super Mario que adquiría la posibilidad de volar vistiendo un traje de Tanuki o también el menos conocido “Pocky & Rocky”.
La aparición del tanuki en esta producción, además del comentado entretenimiento que me brindó por unas horas, marca un momento muy importante en el desarrollo de la historia: el protagonista sufre una notable inflexión en su carácter: si bien comienza tratando al tanuki con la misma hostilidad que a sus anteriores visitantes (un gato y un ave), a causa de las palabras y la actitud sorprendentemente profesional del cachorro (que se presenta como percusionista), Goshu depone su orgullo y se coloca en un plano de igualdad para practicar con su nuevo compañero. El hasta entonces rígido violonchelista está recibiendo una lección de la naturaleza, esa misma que inspiró, salvando las distancias, a Ludwig van Beethoven a componer la Sinfonía Pastoral que ahora Goshu debía interpretar con algo más que una buena técnica.
No cabe duda, la paleta de situaciones que despliega la Sexta Sinfonía es inagotable. Se trata de una de las primeras obras que narran una historia apelando principalmente a la sensación, una especie de “banda sonora” perteneciente a una visión (película) que se proyecta en la mente de la audiencia en cada nueva ejecución; llegando a picos descriptivos que nos sugieren y hasta nos permiten ver aves que cantan (aunque algunas mentes quizá podrán pintar cuadros de otro mundo para estas mismas melodías). Seguramente Beethoven habrá soñado con los cuadros de su sinfonía y es muy difícil afirmar si le habrían gustado las interpretaciones que sitúan a la misma en el Monte Olimpo –como se ve en “Fantasia” (1940) de Disney (otro filme entrañable) o como en el presente caso, la mística visión de un campesino de lejanas tierras. Lo cierto es que el maestro tenía un amor profundo por la naturaleza y seguramente se habría sentido complacido de que su obra sirviese para aleccionar a un joven músico que no terminaba de aprender… a escuchar.
"QUE SALGA EL SOL EN EL SER. QUE NOS DEJEN SER HUMANOS, QUE EL SUJETO HUMANO ESTÁ MUY SUJETO A SER HUMANO..."
ResponderBorrarKind of Blue, simplemente la Meca del Jazz moderno!!!!
ResponderBorrarSaludos melómanos...!!!
No suelo prestar mucha atención a los dibujos animados, así que me ha llenado de curiosidad esta historia. Está claro que mis prejuicios hacia este género de arte me ha hecho perderme cosas buenas. Trataré de corregirme. Besos, querido amigo.
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